PLANCHAS Y LIBROS ANTIGUOS

PLANCHAS Y LIBROS ANTIGUOS

martes, 27 de marzo de 2018

ADMIRACIÓN POR DON QUIJOTE

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El primer libro que leí fue Don Quijote de la Mancha, en una versión juvenil que me sirvió de preludio para futuras lecturas en formato completo.
En 1950 llegó a Las Mercedes del Llano una señora italiana: doña Yole; y en 1963   abrió la primera librería del pueblo, la cual llevaba su propio nombre. Estaba ubicada al suroeste de la  Plaza Bolívar, en el sitio que una vez ocupó la primera casa mercedense de tejas, denominada “Casa Marquera”.
Desde los  doce años yo solía visitar ese recinto de libros, papeles y lápices. Yole, junto a su esposo,  atendían amablemente a la clientela. Una vez pregunté por un tomo preciosamente empastado. Tenía unos jinetes en la portada. “Es un libro de aventuras, muy bueno. Te encantará. Vale cinco”, dijo  doña Yole, y me lo dio para hojearlo. Por varias veces  me acerqué a  la tienda para observar el libro en el estante. Aún no reunía el dinero. Un día doña Yole me dijo: sé que vienes por el libro, ¿cuánto tienes? Tres, contesté tímidamente. Llévatelo, fue la respuesta. Desde entonces colecciono ejemplares del Quijote.
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Una esquina de mi biblioteca está dedicada exclusivamente al Quijote, libro que leía cuando estudiaba Medicina, tanto en los momentos alegres como en los tristes. Tengo veinte tomos, o tal vez más, de diferentes ediciones del Quijote. Hay ejemplares para niños, jóvenes, adultos y viejos. Una miniatura preciosa lo compre en una feria. Dos tomos están en ruso y se los compré a Natalia en Moscú. Tengo la edición especial que hizo la Real Academia de la Lengua Española con motivo del IV centenario de la publicación cervantina con prólogo de Vargas Llosa.
En los quinientos años del Descubrimiento de América la Academia Nacional de la Historia publico una edición facsímil; es decir, tal cual se veía el libro cuando salió a la luz pública en 1605. No pude adquirirla por el alto costo.
Una vez visité el Palacio de las Academias y vi como cerca de la basura estaba un ejemplar facsímil del que hablo. Lo habían lanzado porque estaba descuadernado. Lo tomé y se lo llevé a un librero experto en reparación de obras desaliñadas. Lo empastó y me lo devolvió con duro lomo color madera.
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Tengo un Quijote, con un libro en su mano derecha, de hierro negro que compré en Moscú y se lo regalé a mi padre, quien lo conservaba en su mesa de noche sin el brazo izquierdo y sin ambos pies. Ese quijote lector me lo traje cuando murió mi padre.
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En Mérida compre un Quijote de bronce con su lanza y su escudo. Ese Quijote preside el rincón de mi biblioteca dedicado al héroe de la Mancha.
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En Moscú leía El Quijote y ponía un disco de vinil de Jean Manuel Serrat con letra hermosa y muy espiritual del poeta español León Felipe: Vencidos:
Por la manchega llanura
se vuelve a ver la figura
de Don Quijote pasar.
Y ahora ociosa y abollada va en el rucio la armadura,
y va ocioso el caballero, sin peto y sin espaldar,
va cargado de amargura,
que allá encontró sepultura
su amoroso batallar.
Va cargado de amargura,
que allá quedó su ventura
en la playa de Barcino, frente al mar.

Por la manchega llanura
se vuelve a ver la figura
de Don Quijote pasar.
Va cargado de amargura,
va, vencido, el caballero de retorno a su lugar.

¡Cuántas veces, Don Quijote, por esa misma llanura,
en horas de desaliento así te miro pasar!
¡Y cuántas veces te grito: Hazme un sitio en tu montura
y llévame a tu lugar;
hazme un sitio en tu montura,
caballero derrotado, hazme un sitio en tu montura
que yo también voy cargado
de amargura
y no puedo batallar!

Ponme a la grupa contigo,
caballero del honor,
ponme a la grupa contigo,
y llévame a ser contigo
pastor.

Por la manchega llanura
se vuelve a ver la figura
de Don Quijote pasar..
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“La modernidad del Quijote está en el espíritu rebelde, justiciero que lleva al personaje a asumir  como su responsabilidad personal cambiar el mundo para mejor, aun cuando, tratando de ponerla en práctica, se equivoque, se estrelle contra obstáculos insalvables y sea golpeado, vejado y convertido en objeto de irrisión”. (Mario Vargas Llosa).
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Don Quijote dice: “La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierran la tierra y el mar: por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida”.
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Cuando al doctor Thomas Sydenham (1624-1689), llamado el Hipócrates inglés, le preguntaron qué se necesita para ser buen médico, inmediatamente contestó: la primera condición es leerse a Don Quijote de la Mancha.
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Simón Bolívar en su lecho de muerte se comparó con Don Quijote. El Libertador preguntó a su médico, Alejandro Próspero Reverend si conocía a los más grandes majaderos de la Historia. El galeno contestó negativamente, entonces Bolívar dijo: "Los tres grandísimos majaderos hemos sido Jesucristo, Don Quijote y… yo."
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Según Arturo Uslar Pietri, Simón Bolívar revolucionó la lengua española por sus conceptos precisos y sus apreciaciones e interpretaciones geniales en el momento exacto. Cuando el Libertador llegó a su última morada, a la Quinta de San Pedro Alejandrino, indagó por libros a su dueño, don Joaquín de la Mier, quien le contestó apenado: mi biblioteca es muy pobre. Bolívar, luego de revisar el estante con los volúmenes, expresó: su biblioteca es muy rica, tiene a Rousseau, que describe al hombre como es, y a Cervantes que en su Quijote describe al hombre como debería ser.
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Dostoievski, el padre de la novela sicológica, una vez dijo: si en el Más Allá me preguntan qué ha hecho el hombre, guardaré silencio y mostraré un ejemplar de Don Quijote.
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En el 2014 hicimos un viaje a Europa. Al llegar a Bélgica caminamos hasta la Plaza España de Bruselas. Allí está un complejo escultórico dedicado a Don Quijote y Sancho Panza, el primero sobre Rocinante, por supuesto,  y Sancho sobre su jumento. Natalia y yo nos sentamos bajo las esculturas del caballero y su escudero, llenas de grafitis en sus bases, para hacer una pausa y meditar.